El caso Mamberry y los productos milagro.

“Ingredientes 100% naturales.” “Sin efecto secundario alguno.” “Increíbles beneficios para tu salud y la de tu familia.” “Pruébalo y compruébalo por ti mismo.” ¿Cuántas veces hemos oído estas frases? Anuncios de televisión, famosillos contándonos sus experiencias, promesas de teletienda, publirreportajes en revistas, herbolarios, compañeros del gimnasio, la vecina del 5º… La preocupación por nuestro aspecto, nuestra salud y nuestro bienestar es un negocio muy suculento. Los charlatanes vendedores de crecepelo y jarabes curalotodo han existido siempre, y siempre existirán. Nos prometen que dormiremos mejor, que nos pondremos fuertes, que perderemos peso, que desaparecerán las arrugas de nuestra piel, que nuestro pelo volverá a crecer, que nos protegerán de males inexistentes… Y que a consecuencia de todos esos efectos ligaremos muchísimo, nos ascenderán en el trabajo y podremos comprarnos ese flamante deportivo. Y funciona. Nada de eso es verdad, pero esos negocios existen porque la gente pica. Todos queremos estar más delgados, sanos, guapos y jóvenes, y aunque en el fondo sabemos que los milagros no existen y que la única manera de perder peso de manera sana es comer equilibrado y hacer ejercicio, siempre habrá quien sucumba a la tentación de probar ese nuevo producto/aparato por si acaso es verdad lo que dice el anuncio. Al fin y al cabo suena creíble y afirman haberlo probado científicamente.

Afortunadamente ahora existen leyes contra este tipo de publicidad. Y desgraciadamente estas leyes son incumplidas constantemente. Se supone que es ilegal publicitar algo diciendo que tiene unas propiedades que realmente no tiene, pero los timadores son gente astuta sin escrúpulos capaces de colarse por cualquier hueco legal, y aunque saben que seguramente les acaben cazando, hasta que eso suceda se hacen de oro. La lista de artículos y productos retirados del mercado por incumplir leyes publicitarias o sanitarias es larguísima. Pulseras mágicas, amuletos magnéticos, cremas prodigiosas, cristales cuánticos, suplementos nutricionales milagrosos… Pero el proceso es lento. Y siguen apareciendo más y más. Mientras haya quien muerda el anzuelo, habrá un charlatán con mucha labia dispuesto a sacarnos los cuartos. En Escéptica, entre otras muchas cosas, nos dedicamos de vez en cuando a aportar nuestro granito de arena contra estas cosas desenmascarando timadores.

Mamberry es solo el último de estos productos milagro que ha llamado nuestra atención, y un paradigma de este tipo de casos. Es un ejemplo perfecto de qué son los productos milagro, cómo funcionan este tipo de empresas, y de qué hay que hacer para enmascararlos como producto efectivo para la salud y venderlos como churros antes de que te pillen. Es muy fácil:

  • Lo primero es crear un producto inocuo. Así sanidad da menos la lata y sale mas barato crearlo y producirlo. Hay que fabricarlo con materias primas no dañinas, en unas instalaciones homologadas y con métodos legales. Hay muchos laboratorios (no farmacéuticos) cuyas instalaciones pasan todos los controles sanitarios y de seguridad a los que se puede contratar para que nos fabrique y envase comprimidos, solubles o cremas, de… qué sé yo… lactosa, extracto de esparrago triguero y vitamina C. Es sencillísimo.
  • Una vez que tienes tu producto chorrada es fundamental publicitarlo adecuadamente. Anunciar a bombo y platillo que es “100% natural” (leche, espárragos y naranjas, ya me dirán ustedes si no es natural), que “no tiene efecto secundario alguno”, y que tiene vitaminas, oligosacáridos, ácidos grasos, minerales, aminoácidos, fibra, que posee propiedades antioxidantes, rejuvenecedoras, estimulantes de las defensas, reguladoras del colesterol, fortificantes, prolongadoras de la salud, intensificantes del bienestar, que la conjunción de ingredientes acentúa aún más sus propiedades, que puede prevenir [insértense aquí unas cuantas enfermedades feas] y toda la palabrería de este estilo que se nos pueda ocurrir. ¡Lo que te de la gana! Si podemos incluir en los ingredientes de la receta alguna fruta tropical u oriental poco conocida, mejor que mejor, porque podrás apelar a las socorridas falacias del tipo “producto milenario venido del lejano oriente donde los chamanes llevan siglos usándolo para curarlo todo”.
  • Contrata a algún famosillo alegre para que anuncie lo bien que le va la vida desde que toma tu producto.
  • Intenta darle por todos los medios posibles aspecto científico, asegurando que la ciencia avala todas tus afirmaciones. Para ello puedes trucar unos cuantos panfletos publicitarios, contratar a algún naturópata, homeópata o similar (que son palabras que a la gente corriente le suenan a profesionales de la salud) para que firmen un documento que te da la razón, tergiversa algún estudio científico a tu favor y, si te es posible, paga a algún científico de verdad de integridad distraída (si está vinculado con alguna universidad pública mejor) para que firme un informe que afirme que existen estudios que dicen que tu producto funciona, asegurándote de no proporcionar dichos estudios, no sea que te cacen.
  • ¿Cómo conseguir que la gente realmente crea que funciona? Despreocúpate. Si le has dado buena publicidad pseudocientífica, la sugestión y el efecto placebo harán ese trabajo por ti. Y el amimefuncionismo será tu mejor arma de marketing.
  • ¡Y hale! A ganar dinero a costa de gente incauta, inculta o crédula. ¿Que te cazan y te retiran el producto del mercado? Pagas la multa, si la hay, que siempre será mucho menor que lo que has ganado timando a la gente, y montas el siguiente chiringuito.

Cuando nos pusimos a buscar información sobre Mamberry, ya que desde un principio la cosa olía mal, no nos imaginamos que los datos nos fueran a llevar poco a poco a destapar una trepidante trama de este tipo. La investigación ha sido realizada de manera conjunta por los miembros de Escéptica y de Amazings, que han hecho una labor impresionante y a quienes estoy muy agradecida.

¿Queréis saber cómo fue? Os invitamos a leer El Informe Mamberry.

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Artículo originalmente publicado en Esceptica.org
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